Km 410-3650 - 'Pare, mire, escuche'. (Parte 1/2)

  Ruta Provincial 23. Río Negro. 2017 © Leo Micieli

Km 410-2110. Viedma-El Foyel. 3 de junio de 2017.

'Pare, mire, escuche', indica la señal al costado de la vía. Esta Cruz de San Andrés está a unos kilómetros a la salida de Ingeniero Jacobacci, en una pequeña intersección con la Ruta Provincial 23 de Río Negro sobre la llamada Línea Sur, pero en verdad podría estar en cualquier lugar y aplicarse a cualquier circunstancia. 'Pare, mire, escuche', tomado no en forma imperativa sino más bien como una sugerencia, una invitación, algo que no por casualidad se encuentra al final de un recorrido de más de 3200 km desde Viedma hasta Viedma. A veces es necesario dar una gran vuelta para terminar llegando al propio lugar de partida y resignificar todo. Ya se sabe, no vemos el mundo como es sino como somos, y las experiencias nos llevan a reinterpretarnos todo el tiempo. 'Pare, mire, escuche', mejor la paciencia, mejor hacer una pausa, mejor ver el panorama, y dejar que las respuestas vengan solas, porque luego de andar y andar uno comprende que siempre han estado y siguen estando aquí cerquita.

Ruta Nacional 3. Río Negro. 2017 © Leo Micieli

Salimos con Marisol a bordo de un confiable Volky, tal el apodo del Volkswagen Gol que nos llevó por caminos y lugares inverosímiles, lisos y pedregosos, en bosque húmedo o desierto polvoriento. Como es natural, lo mejor sucede muchas veces en medio de la incertidumbre, cuando se deja de querer controlar hasta el más mínimo detalle. Así que lo único que está previsto es la fecha de salida y algún que otro lugar y personas a visitar. Y nada más.

Sierra Grande, Río Negro. 2017 © Leo Micieli

Al mediodía de un lunes partimos. Esperan las ciudades de Esquel, Bariloche, y todo lo que se nos ocurra visitar en el camino, que terminará siendo mucho más de lo imaginado y durante más tiempo.

Las primeras horas de ruta hasta San Antonio son las ya descriptas en el post anterior: un camino recto y franco que se extiende unos 180 km hasta que el mar comienza a vislumbrarse a lo lejos. No entramos a estas localidades, que ya habíamos visitado antes. Más bien comprendemos tácitamente que hay tanta belleza en el destino como en el camino, que la llegada no es un punto final sino un parar y seguir, y que además esa llegada no durará mucho porque en breve estaremos saliendo hacia otros lugares.

"Viajar la vida entera por la calma azul, o en tormentas zozobrar. Poco importa el modo si algún puerto espera"

dice 'Sueño del retorno', la canción de Pedro Aznar y Pat Metheny. (https://www.youtube.com/watch?v=TUgZ4kPuWSI)

Puerto Madryn, Chubut. 2017 © Leo Micieli

Luego de pasar por Sierra Grande a cargar nafta y atravesando el fuerte viento lleno de tierra que no deja mucha visibilidad, el puerto que espera es Puerto Madryn, uno de los tantos lugares que decidimos visitar durante la marcha y que resultaría de alguna manera profético. Pero esto quedará para un próximo post...

Sólo unas pocas horas, ya que la idea es llegar a Trelew y pasar la noche ahí. Pero el día, si bien fresco y ventoso, es ideal para tomarse unos mates y pasear un poco por la costa de oleaje tranquilo aunque de viento intenso.

Ruta Nacional 3, Chubut. 2017 © Leo Micieli
Ruta Nacional 3, Chubut. 2017 © Leo Micieli
Ruta Nacional 3, Chubut. 2017 © Leo Micieli

Cerca de las 20 salimos de Puerto Madryn y retomamos la Ruta Nacional 3. Parece que veníamos también sorteando la lluvia... Tan densa es la nube de tormenta que el sol apenas la atraviesa, y se agradece la pintura que da al atardecer, en estos largos días patagónicos de verano.

Nos quedamos a las puertas de Trelew en una estación de servicio que nos sirve de recarga no solamente de combustible. Son ya las 21.30 y mañana saldremos muy temprano para seguir viaje hacia el Dique Florentino Ameghino como primer parada.

Estación YPF. Trelew, Chubut. 2017 © Leo Micieli
Dique Florentino Ameghino. Chubut. 2017 © Leo Micieli
Dique Florentino Ameghino. Chubut. 2017 © Leo Micieli

A las 4 de la mañana aún no hay sol, pero casi. Con cada kilómetro recorrido cambia el paisaje, pero más que nada los colores del cielo. Una explosión solar en cámara lenta, a miles de cuadros por segundo.

Yendo hacia el oeste desde Trelew comienza la Ruta Provincial 25, que cruza la provincia hasta las ciudades y localidades de la Cordillera. Desde esta ruta hay que desviarse unos 12 km por otra, la 31, que es la que finalmente lleva al Dique. Desde que salimos no recuerdo que haya pasado algún vehículo, lo cual nos deja en tranquila soledad contemplando la metamorfosis matinal, el paso de la oscuridad a la luz descompuesta como al pasar por un prisma, con el paisaje agreste y hermoso del desierto patagónico.

La llegada al dique sucede entre medio de curvas, contracurvas y túneles en la roca, que de a poco van mostrando el espejo de agua. Ya es de día cuando llegamos, sin una sola nube. Visitamos la villa al pie del paredón y seguimos sin demora. Lo hemos dicho: el camino y el destino son igualmente bellos.

Hay cosas que, sin embargo, llaman la atención no por su belleza sino porque algo pareciera no funcionar o hacer ruido. Un viejo anuncio de una reconocida marca de gaseosas se entromete campo adentro. 'La última Coca del desierto', reza la expresión popular, aunque en este caso parece haber sido la primera de tantas.

Ruta Provincial 31. Chubut. 2017 © Leo Micieli

Retomando la Ruta Provincial 25 nos espera una jornada de varias horas de viaje hasta Esquel y el Parque Nacional Los Alerces; alrededor de 500 km con algunas paradas y fuerte viento en contra que hace que el Volky motor 1.4 no pueda superar a veces los 80 km/h. De esta manera, la transición del seco este al húmedo oeste se sucede lentamente y permite apreciar el paisaje y la fauna con cada kilómetro. Hay que estar atentos porque es seguro que liebres, zorros, guanacos y choiques se crucen en medio del camino.

Familia de choiques, Ruta Provincial 25. Chubut. 2017 © Leo Micieli
Ruta Provincial 25. Chubut. 2017 © Leo Micieli
Estación de Servicio en Los Altares, Ruta Provincial 25. Chubut. 2017 © Leo Micieli
Ruta Provincial 25. Chubut. 2017 © Leo Micieli

Unas y otras localidades están separadas por grandes distancias de hasta cientos de kilómetros, y en el medio nada. Mejor dicho, lo que siempre hubo: su milenaria geografía, su flora y fauna, sus cielos y vientos, no así sus habitantes originarios. No hablo sólo de localidades sobre esta ruta sino de toda la Patagonia. Es hasta una obviedad decirlo, pero esta característica es una de las que definen el ser humano patagónico, sumado a más particularidades geográficas e históricas, y también actuales. En estas cosas es que uno comienza a entender cómo se piensa y se siente en este lugar. Comprende que hay como una hostilidad que en verdad nunca es tal, es más bien una actitud distante, aunque suene a juego de palabras, que para quienes venimos de otras latitudes puede parecer hosquedad cuando no lo es. Por el contrario, muchas señales indican y confirman todo el tiempo que uno nunca está al desamparo aquí, y que la solidaridad es tan inmensa como silenciosa, reflejo del territorio que la contiene.

Ruta Provincial 25. Chubut. 2017 © Leo Micieli

Durante este día de viaje, saliendo de Trelew hasta llegar a Esquel hemos pasado o más bien rozado las localidades de Gaiman, Dolavon, Las Plumas, Los Altares, Paso de Indios y Tecka. Son ahora las 14 hs y hemos llegado al final de este tramo. Las pocas horas de sueño de la noche anterior, sumadas al largo viaje y varias paradas hacen pesar cierto cansancio, algo que de inmediato dejamos a un lado. Hay todavía varias horas para buscar dónde dormir, pero la intención casi innegociable es hacerlo dentro del Parque Nacional Los Alerces.

Una vez que nos abastecemos de lo necesario partimos hacia allá.

Lago Futalaufquen, Parque Nacional Los Alerces. Chubut. 2017 © Leo Micieli
Lago Futalaufquen, Parque Nacional Los Alerces. Chubut. 2017 © Leo Micieli
Consecuencias de un incendio, Parque Nacional Los Alerces. Chubut. 2017 © Leo Micieli
Parque Nacional Los Alerces. Chubut. 2017 © Leo Micieli

El Parque es un extenso territorio de 260.000 ha con varios lagos que llevaría mucho tiempo conocer aunque sea mínimamente. Pasamos casi tres días ahí, a orillas del Lago Futalaufquen y recorriendo en auto o a pie los alrededores, días que disfrutamos entre sonido de agua, viento y cantos de aves, entre mates con galletitas, entre leña de un fogón y olor a carne asada a la noche, suficientes para querer volver siempre. Una de esas noches, mirando el cielo desbordado de estrellas, vemos una estrella fugaz que en realidad no fue tan fugaz: cruzó desde la montaña hasta perderse detrás de los árboles dejando una línea recta dibujada y un eco en el aire de las voces asombradas de los vieron el enorme espectáculo. Y gratis. No tenía mi cámara lista en ese momento, pero me preparé por si acaso se repitiera, y al cabo de un rato otra estrella más volvió a pasar. Para muestra, un botón. Y un gracias por el replay.

La parte triste de la estadía fue ver hectáreas completas de viejos y no tan viejos incendios ocurridos con una frecuencia muy sospechosa como para atribuírsela a las leyes de la naturaleza. Esqueletos carbonizados de árboles que se mantienen en pie y que siguen mostrando belleza, una belleza lúgubre, como si aún el alma sobreviviera intacta entre los restos devastados por el fuego.

Ruta Nacional 40. Chubut. 2017 © Leo Micieli

Partimos nuevamente. Viajar es proporcionarse la dosis justa de adrenalina, ni más ni menos. Estaba por escribir que viajar es adictivo, pero en ese caso la dosis sería más alta y más dañina.

Tomamos la ruta más larga y famosa de Argentina, la 40, que va desde Cabo Vírgenes en el extremo sur hasta La Quiaca en el norte. Será tal vez una mezcla de muchas cosas, pero al andar por esta ruta por este tramo siento que vamos sobre un camino tan antiguo como la propia Patagonia. Hasta tiene una textura como de piel de dinosaurio, y lo gastado de la superficie encaja con la idea del paso erosivo del tiempo. Tranquilos, no se me ha pasado la dosis de adrenalina ni de nada.

Ruta Nacional 40. Chubut. 2017 © Leo Micieli

Hacemos noche en Epuyén, cerca del lago del mismo nombre. Llegamos justo cuando hay un gran encuentro de artesanos, con varias bandas y lo que suele haber en este tipo de eventos, por lo que la afluencia de gente es bastante más alta de la habitual, teniendo también en cuenta que estamos en temporada de verano. El camping está casi colapsado de personas. Sumado a esto, música a alto volumen (y no de nuestro gusto), ronquidos nocturnos y gritos de niños retados por sus padres, instalaciones con aromas de campo (de batalla), además de un sinfín de escenas propias de comedia de enredos, hacen que las palabras sobren en la mañana para decidir irnos inmediatamente. Las dosis exactas de adrenalina combinan bien con la tranquilidad.

Chubut. 2017 © Leo Micieli
Lago Epuyén. Chubut. 2017 © Leo Micieli

Próxima parada, esta vez más placentera, es Puerto Patriada. El acceso es, como en otros lugares, por camino de tierra aunque esta vez muy polvoriento, sinuoso y con subidas y bajadas pronunciadas. El sol que se cuela entre la roca y los árboles complican la visibilidad, y es todo un desafío físico y mecánico llegar sanos y salvos. En todo el viaje, el gran Volky nunca nos defraudó, y una vez más arribamos y salimos sin ningún problema.

Pasamos desde la mañana hasta la tarde de un día de calor compensado por el agua del Lago Epuyén que congela los pies y todo lo demás hacia arriba, para luego seguir viaje hasta El Hoyo, en donde esta vez sí el camping nos recibe en paz y en un entorno acorde con el lugar y con nuestras expectativas.

Puerto Patriada y vista del Lago Epuyén. Chubut. 2017 © Leo Micieli
El Hoyo. Chubut. 2017 © Leo Micieli
Río Azul y Cerro Tres Picos, El Bolsón. Río Negro. 2017 © Leo Micieli

Ya de vuelta en la provincia de Río Negro, El Bolsón es paso obligado tanto por la ruta que lo cruza, la 40, como por su importancia. Es una ciudad de cerca de 20.000 habitantes, y un destino muy buscado y conocido de la Patagonia por su relativa cercanía teniendo en cuenta la región, por ser el lugar que albergó el espíritu de los '60 y '70 y redefinió sus características sociales, y por la intensa actividad artística y artesanal que hay, donde se pueden ver trabajos de todo tipo y de gran calidad. La cerveza también está incluida en esta categoría, tanto que hay un proyecto para declarar a El Bolsón y a Bariloche como capital conjunta de la cerveza artesanal.

La ciudad tiene una alta afluencia de gente cuando vamos, lógicamente es temporada alta. De más está decir que no pasamos mucho tiempo aquí, pero sí en el hogar de un amigo francés, William, que nos recibió en su hermosa casa construida por él mismo en Mallín Ahogado, a 15 minutos del centro.

Al día siguiente partimos, una vez más. Espera la ciudad de Bariloche, aunque no vamos ahora hasta ahí. Paramos antes en un camping a 15 km de El Foyel, a orillas del Río Manso. El nombre del río encaja perfecto con lo que buscamos, y será un bis en otro tramo del viaje, que contaré en un próximo post. Un viaje tan largo y por geografías tan diversas amerita al menos hacerlo en dos partes, y eso que pasamos de largo por infinidad de lugares grandes y pequeños. Están aquí los sitios y momentos que resultaron más significativos, si bien se hace un poco injusto dejar de lado algunas cosas. Cada segundo y cada kilómetro recorrido fue necesario para vivir el siguiente, y la suma de todos ellos dan por resultado esta travesía.

En este Río Manso es donde dejamos la posta que retomaré luego. Parar, mirar y escuchar se hace parte de la vida, de hacerse responsable de lo único que existe que es esto que hay en este momento en cualquier lugar donde uno esté ¿Para qué querer ir más adelante o volver más atrás, si lo mejor y lo más preciado es lo que sucede ahora? Y además, por qué no decirlo, qué bueno descubrir todas estas cosas viajando por esta hermosa tierra que algo conoce de tiempos y paciencia.

Río Manso. Río Negro. 2017 © Leo Micieli

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