Balneario El Cóndor. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo MicieliEntre tantas cosas que el viajar brinda, una de ellas es situar al viajero frente a lo inusual, o al menos aquello que le resulta inusual en su lugar de origen, el paisaje, las gentes, el idioma, las costumbres, las comidas, etc. Un fin de semana a pocos kilómetros de casa es suficiente para notarlo. En mi caso, siendo nacido y criado con la montaña y la aridez de fondo, estar frente a la amplitud del océano es casi como llegar a otro planeta, impresión que se acrecienta al imaginar que más allá del horizonte sigue habiendo mucha agua, y que además es salada. Ni hablar de cuánto oxígeno se respira a 0 m s.n.m. Pienso en cómo las geografías delínean ciertos rasgos en la gente que las habita, moldeando su carácter y dando diferentes matices a los mismos atributos que en definitiva todos compartimos. El viajar, entre tantas cosas, brinda esto, el seguir reconociéndose uno mismo en medio de lo inusual.
Balneario El Cóndor. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo MicieliYa pasadas estas primeras sensaciones y el conocer un nuevo lugar, el arribo a la costa se hace de manera progresiva, saliendo desde Viedma y atravesando la ruta por terrenos verdes y planos, con algunos animales que pastan y casitas de tanto en tanto. El persistente viento, componente esencial del ADN patagónico, sacude bastante la serenidad a la llegada. Nada que no sea esperable, la Patagonia es una belleza en ocasiones un tanto huraña.
El Balneario El Cóndor, a 30 km de la comarca Viedma-Patagones, es sencillo, sin estridencias, felizmente lejos de las típicas imágenes turísticas de mar y playa. No prolifera aquí el glamour ni se ven cuerpos esculpidos sosteniendo cocos, la gente simplemente viene a estar bien, pasarla con su familia, amigos o pareja, pescar, andar en cuatriciclo por la orilla e incluso con autos o camionetas, llevar unas reposeras en la noche para ver las estrellas, tomar unos mates por el gusto de hacerlo. Hay espacio para todos y nadie parece interferir en planes ajenos.
A toda esta área se la conoce popularmente como La Boca, ya que es aquí en donde el río Negro funde sus aguas con las del Atlántico. La geografía primero y luego los avatares históricos han hecho de esto una metáfora del lugar; Viedma y Carmen de Patagones son ciudades que comparten el mismo río, y aunque pertenecen a provincias diferentes, Río Negro y Buenos Aires respectivamente, funcionan como si fueran una sola gran ciudad. Al parecer, la mezcla es algo habitual en estos lares.
Balneario El Cóndor. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Balneario El Cóndor. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Balneario El Cóndor. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Desembocadura del río Negro. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo MicieliConstrucciones bajas, sin edificios, callecitas de asfalto y de tierra, y a veces también de arena por sugerencia del siempre insistente viento, playas amplias con pequeñas dunas y arbustos. Y los acantilados... tan característicos de la costa patagónica, con el agregado de que en esta zona además son el hogar de la colonia de loros barranqueros más grande del mundo, presencia que se hace notar rápidamente y que, en todo caso, son lo único estridente del lugar. Aunque hay que decir que son verdaderamente preciosos, y uno podría estar horas mirándolos... con los oídos tapados. Al atardecer se trasladan en enormes bandadas desde los acantilados hacia tierra adentro, por lo que es un espectáculo aparte verlos posarse en árboles, cables, luminarias y en cualquier lugar que puedan aferrarse con sus patas. Una explosión interrumpe este hábito diario de los loros: es algún vecino que dispara su rifle o lanza un petardo, harto ya de tanto graznido al unísono. La técnica funciona, aunque sólo por un rato.
Balneario El Cóndor. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Balneario El Cóndor. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Balneario El Cóndor. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo MicieliPróximo al balneario, sobre la cima del acantilado, se sitúa el Faro Río Negro, pequeño en tamaño pero no en edad: es el faro en servicio más antiguo de Argentina, cuya construcción data del año 1887. Resulta extraño también decir que es pequeño cuando su destello puede verse a 30 km, tal es su alcance.
Es, creo, la primera vez que veo un faro durante la noche, y quizás también durante el día. Vuelvo a las primeras líneas de este post, esta sensación de observar un escenario en donde todo es distinto, todo está configurado de otra manera, todo es motivo de sorpresa y contemplación. Los faros en particular siempre me han fascinado. La imagen brumosa de alguien desinteresado que, despierto en la noche, se eleva como única, solitaria y silenciosa referencia para que no se pierdan quienes pasan cerca de la costa.
Faro Río Negro. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Balneario El Cóndor. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo MicieliA otros 30 km de La Boca está La Lobería. La llegada es pasadas las 19 hs, poco antes de la puesta de sol. No podría haber sido en mejor momento. Durante la hora que se prolonga el atardecer el paisaje parece moverse, tomar formas inverosímiles, pasar instante a instante de un cuadro a otro. Acantilados, erosión del agua y del viento, piletones que dejan verse en bajamar, arena mezclada con bancos de pequeñas piedras redondas, algas, cholguitas, charcos de agua salada. Y ese sonido de olas que golpean. Hasta ahí el marco, el lienzo y algunos trazos con música de fondo. El toque maestro lo dan las nubes, siempre distintas, dinámicas, y el sol, cuyos rayos al tamizarse con la atmósfera y las nubes dan todos los tonos posibles desde el amarillo hasta el azul más denso. Cuando ya es más noche que tarde, y por si aún la felicidad no ha sido suficiente, una Luna en cuarto creciente y Venus, el Lucero, se presentan primeros e impecables en el cielo nocturno.
Verdaderamente el paisaje cambia y sigue cambiando con una fluidez y una belleza que deja sin palabras ¿Cuántos asistimos a este espectáculo? Creo que no más de diez personas. Deliberadamente menciono que es un espectáculo porque hasta el nombre es el apropiado: a esta parte en particular, por la forma que tiene el acantilado similar a un semicírculo, se la llama El Anfiteatro.
'El Anfiteatro', La Lobería. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Balneario La Lobería. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Lobos marinos y un petrel, desde mirador. La Lobería. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Formaciones sobre roca y cholgas. La Lobería. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
La Lobería. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo MicieliNo será necesario explicar por qué a este lugar se lo llama La Lobería, aunque sí cabe la pregunta respecto a dónde están los lobos marinos. En esta ocasión no pasaron por aquí. Tal vez no quisieron interrumpir la obra de arte que se estaba proyectando. Aunque sí dejaron verse, si bien desde muy lejos, unos pocos kilómetros más adelante, desde el mirador del Centro de Interpretación Ambiental de La Lobería.
Este tramo de viaje costero tiene que ver con una especie de vuelta. Vuelta hacia la paz, hacia la belleza sin maquillajes, hacia lo simple que sobrepasa lo sublime. Algo propio de la naturaleza de esta parte del mundo, de esta parte de la costa patagónica y de sus gentes. A medida que avanzo voy confirmando la cualidad de origen y principio de todo que esta tierra tiene.
Qué absurdos resultan los dogmas, las políticas y las divisiones de cualquier índole ante algo tan abrumadoramente bello ¿En qué momento uno pierde de vista la posibilidad de ser parte de algo que la mano humana no ha echado a perder? Presenciar algo así no nos dará de comer ni aumentará nuestro sueldo, pero quién no merecería pasar cuando menos un par de horas dejando que sus sentidos desborden de felicidad, tal como a mí me sucedió.
Dejo atrás este lugar, el faro me ha conducido hasta aquí y ahora esperan otros puertos, otros paisajes y rutas. Quedará en manos de un falso azar el destino que me vea llegar en los próximos días.
Faro Río Negro. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Playa en La Lobería. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
Playa en Balneario El Cóndor. Río Negro, Argentina. © 2016 Leo Micieli
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